Al
principio nada más verme te asustaste, te alarmaste diría yo.
Por
eso cuando salí por la puerta del patio haciendo gala de movimientos nerviosos, espasmódicos, te alejaste con una celeridad, casi de
pura supervivencia.
Comprendí
enseguida que esa no era la forma educada de acercarme a una hermosa dama, así que moderé considerablemente mi actitud.
Y debí lograr picar tu curiosidad, porque volviste enseguida para contemplar
la escena producida por los nervios propios de quien lo va a hacer por primera
vez.
Tú,
seguramente ya te habías fijado en mí en otras ocasiones, por lo que llamó tu atención verme reptar por
el suelo con ese extraño objeto negro que colgaba desde el cuello a mis manos
emitiendo un sospechoso ruido……. Clik-clik, clik clik, clik-clik.
Enseguida
lo que comenzó en un susto se tornó en
una situación cómica.
No
solamente me dejaste acercarme, sino que
aguantaste estoicamente mis emotivas y divertidas suplicas para que no te
fueras antes de tiempo.
Y
estuviste un buen rato aguantando mientras yo, aprovechaba la ocasión de sacar el máximo partido a nuestra entrevista.
Me sorprendí contando unos chistes
clásicos con la ilusoria intención entretenerte un ratito más. Y así, hasta me atreví a tutearte “ANNIE”, como si te
conociera de toda la vida.
Pero
todo tiene un límite pareciste decirme mientras me obsequiabas con un último
gesto que logré captar en mi retina artificial.
Después
mientras repasaba nuestro encuentro en la pantalla de la cámara oí el
movimiento de tu partida, posaste (sí sentí como lo hacias) tus
diminutas manitas, un breve y mágico segundo en mi cabeza con el gesto dulce, maternal de un
adulto revolviendo el pelo de un niño…… y desapareciste con los últimos rayos
de la tarde.
Quizas
te apetecería volver mañana (te grité)………. “Quizás” me pareció oír.
Aunque
esto último bien pudo ser el eco o la brisa quien lo repitiera.
PD:
Todo
lo escrito no solo está un poco engalanado por una cabeza de escasos recursos
literarios.
También
sucedió en la tarde de ayer sobre un lilo del patio.
En la mitología hindú se dice que cuando las personas mueren, sus almas se transforman en libélulas que esperan en la naturaleza hasta renacer en otra persona.
En la mitología hindú se dice que cuando las personas mueren, sus almas se transforman en libélulas que esperan en la naturaleza hasta renacer en otra persona.
HACEDME
EL FAVOR DE SER FELICES KARRAS.